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miércoles, 29 de febrero de 2012

Cuando quiero reír, no rió... y a veces río sin querer

¿Es posible que deba estudiar arte dramático -o escénico- para que mi expresión sea coherente con mis sentimientos? ¿Que necesite hacer uso, pregunto, del arte consagrado por antonomasia a la hipocresía, para ser sincero? Esta ironía me ha aquejado toda la mañana....
  Me ha afligido, digo, porque la falta de costumbre me ha llevado a salir de casa sin mayores prestaciones que mis ropajes, de modo que no he podido apuntarla hasta ahora, momento a partir del cual, al fin, ha parado de repicar en mi cabeza como una constante y regular gota de agua, en inhumana tortura. De ahí la brusquedad al iniciar esta entrada, diario mio. Pero no te preocupes por mi: de hoy en adelante, cargare siempre con una pequeña libreta para evitar tales infortunios.
  "¿Y que ha motivado este pensamiento en mi amo?", me interrogaras, diario -¿o debería decir Diario?-. Pero...¡Oh, tranquilo!, no te echo en cara tu falta de indiscreción; ¿como podría sentirme acosado por mi mismo?... aún no estoy tan loco como para que me apenen los problemas de Alfau. Aunque el hecho de formar parte de mi seno, o ser hijo del mismo, no significa que no debamos guardar un mínimo de decoro, para evitarlos. Después de todo... ¿que seria del Estado, si sus hijos, los ciudadanos, no lo respetaran? ¡Hasta los mundos más fantásticos e irreales mantienen una firme existencia en tanto que constituyen a sus creadores, construyéndolos así mismo en un retroalimentado circuito! Las partes definen el todo, y el todo define a las partes; todo y partes son uno.
  Oh, disculpa. No pretendía soslayar tu pregunta. Pero... ¿como explicarle a un texto, sea cual fuere su formato, lo que yo vi? ¿Decirle que imagine el mejor de los contrastes, el que mejor lectura permita? ¿Que se figure un blanco cegador, pura luz intangible, como piel de ese cuerpo... ese cuerpo cubierto por un lodoso negro que muestra nitidamente en sus grumos los giros de sus letras y sus entrañas? No... No fue eso lo que vi...
  Mas no importa. Basta saber que quise reír... y no pude. Mi estéril rostro permaneció impasible y agrio hasta tal punto que no tuve más remedio que apartar la mirada para no resultar furtivo e intimidatorio, para no mentir en mis intenciones, para que no creyese que no me gustaba su presencia. ¡Que falsía esa seria! Bien sé que bajo en la cuarta parada; no he necesitado anotarlo en primer termino para no olvidarlo. ¡Tal es la fijación con la que me ha impregnado!


Post scrimptum
Cuando ayer mi psicólogo me recomendó iniciar un diario, tuve mis dudas. Ayer fue fácil, porque sus ocasionales visitas son siempre excepcionales, y a menudo me había planteado hacer un registro de las mismas, pero...¿que otras actividades hay en mi vida tan genuinas como su carismático parloteo? Esto me atormento más que la propia y crepitante tormenta, manteniendome en vela buena parte de la noche, quizá, también es verdad, porque no estuviese acostumbrado a acostarme tan temprano -con la intención, por supuesto, jamas antes concebible, de madrugar-.
  Dado el carácter literario de algunos de mis pasatiempos, podía argumentarse que nada seria más fácil; efectivamente, así me lo hizo notar mi psicólogo. Sin embargo, hay un abismo importante entre narrar libremente lo que a la mente en ese momento le place, y tener que restringirse al plano de la realidad. Seguramente por ello me sugirió que te pariese, Diario: para incitarme a vivir más allá de mis lecturas y escritos, aunque solo fuese para crearte, para crearte con la dignidad propia de un escritor.
  Exacto. Es cierto. Siento decírtelo, pero es cierto. Tu nacimiento no es más que una excusa para que pueda celebrarse mi renacimiento: "The cake is a lie". Sí, él sabia perfectamente que yo no permitiría... que yo no firmaría como propio, ni tan siquiera esbozaría, un texto igual así mismo, idéntico en todas sus partes, mil veces autoreplicado como mis días.  Una obra tan insulsa y redundante, pues hablaría así mismo del resto de los textos que ocupaban mis horas, jamas podría nacer de mis manos sin ser por mi odiada y destruida posteriormente.
  Pero compruebo ahora que era una duda infundada, puesto que una pequeña anécdota me basta para desencadenar un efecto domino que acude hasta los más hondos recovecos de mi alma, explicitando lo que de otro modo hubiese quedado ignorado en la sombra y ayudándome así a conocerme. Y aunque seguramente no me hubiese inquietado tanto no poder escribir aquella ironía inicial si no fuera porque andaba ansioso por encontrar algo que poder añadir en tus filas, Diario; y aunque quizá esta inquietud me habrá vendado los ojos a otras experiencias, lo agradezco. Me has aliviado, aún siendo una herida autoinflingida. Pues...¿acaso no merece la pena herirse con tal de sentir luego el placer de la curación? Y en ese caso...¿que experiencia habría más sublime que salvarse de una muerte inminente?

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