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domingo, 4 de marzo de 2012

Fin de semana

Este fin de semana ha sido como la mayor parte de mi vida: un movido silencio; contemplo -el arte ajeno- y soy contemplado -por el bisturí de mis ojos, que me destripa en lineas de libros que jamas serán deseados-, pero sin emitirse palabra, sin manar agua del pozo de mi existencia. Tal vez tenga razón, mi psicólogo: yo aún no he nacido, yo todavía no tengo vida; aún he de labrarmela. O, más exactamente, mi vida se subyuga totalmente a la de otros personajes, ficticios o reales, ajenos o propios.
  Y es posible que sea verdad, puesto que cuando me interrogo sobre mi pasado, no encuentro más que un abismo insalvable, un profundo vació. "¿Que hice durante todo ese tiempo? ¿Que lo ha llenado?", pregunto; "nada", me responde. Una densa niebla lo recubre todo y soy incapaz de discernir. Es como un sueño... apenas puedo recordar fragmentos difusos que ni siquiera sé si viví o imagine.
  Sí...a menudo me cuestiono mi memoria.¿Padeceré Alzheimer? ¿Un trauma ha borrado las huellas de la senda andada? ¿O, por el contrario, y en efecto, no tendré experiencias vitales en mi haber?. Tal vez no las valore y por ello las olvide. Tal vez debiera haber empezado este diario mucho antes para no llegar a este punto de no retorno. Y tal vez ya no merezca la pena iniciarlo. Al fin y al cabo, ¿que clase de diario es este, en el que no se narran más que divagaciones, reflexiones ni siquiera atadas a anécdotas o experiencias relacionadas con el cuerpo que controlo?
  ¿El cuerpo que controlo? Si yo aún no he nacido...permanezco en el vientre materno, de modo que apenas puedo moverme, solo pensar; por eso es absurdo preguntarse por un antes: porque ese antes no forma parte de mi. 


La gente tiende a despreciar la rutina y tomar el empleo como una cadena de esclavitud, pero lo cierto es que al menos ellos encaminan sus esfuerzos en una misma dirección, paso a paso, día a día. En cambio, cuando para uno no existe distinción entre lunes o miércoles, entre laboral y festivo... cuando sus recursos son atemporales y pierde toda noción de tiempo... entonces, así desorientado, desperdiga sus simientes en todas direcciones, y a pesar del esfuerzo, no alcanza cima alguna.
  La libertad es una cárcel, firmaría la Oulipo; somos "ratas que deben construir ellas mismas el laberinto del cual se proponen salir". Y ese laberinto, esa cárcel, es la autentica libertad, siendo esta no más que una cárcel. Porque no podemos dominar como Dioses la totalidad del universo infinito (del lenguaje), pero sí una restricción del mismo, un subespacio menor y manejable, una hilera de hormigas.
  Lo he decidido. Mañana nos volveremos a ver, Academo. No en vano, recuerdo que de la asfixia de tus exigencias brotaron algunos de mis más queridos lupinos