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lunes, 5 de marzo de 2012

Ojos

Estoy de acuerdo con Kafka: "¿cómo son los ojos bonitos? ¿Es la mirada? Nunca he considerado bonitos los ojos". En esencia, si los sacases de sus parpados -lo que, en verdad, no es difícil; solo se necesitaría una persona segura de sí mismo y una cucharilla de café-, los verías todos iguales. Los globos oculares, esféricos y blancos, aunque de diferentes tamaños, serian en esencia los mismos. Solo el iris los distinguirá en hermosos ornamentos, aunque... ¿hasta que punto se apreciaría dentro de la distancia prudencial que exige la cortesía? ¿Y que hay de esos desagradables, rojizos y sanguinolentos hilos que se contorsionan como epilépticos entorno a esa fractal estructura, sin necesidad de llegar al extremo de la conjuntivitis? La obsesión, la intensa obsesión, queda patente en como se oculta o muestra respecto del parpado; el ojo per se no tiene valor. La paz -o ausencia de la misma- que parece mostrar, no pertenece al ojo, sino a su propietario.




domingo, 4 de marzo de 2012

Fin de semana

Este fin de semana ha sido como la mayor parte de mi vida: un movido silencio; contemplo -el arte ajeno- y soy contemplado -por el bisturí de mis ojos, que me destripa en lineas de libros que jamas serán deseados-, pero sin emitirse palabra, sin manar agua del pozo de mi existencia. Tal vez tenga razón, mi psicólogo: yo aún no he nacido, yo todavía no tengo vida; aún he de labrarmela. O, más exactamente, mi vida se subyuga totalmente a la de otros personajes, ficticios o reales, ajenos o propios.
  Y es posible que sea verdad, puesto que cuando me interrogo sobre mi pasado, no encuentro más que un abismo insalvable, un profundo vació. "¿Que hice durante todo ese tiempo? ¿Que lo ha llenado?", pregunto; "nada", me responde. Una densa niebla lo recubre todo y soy incapaz de discernir. Es como un sueño... apenas puedo recordar fragmentos difusos que ni siquiera sé si viví o imagine.
  Sí...a menudo me cuestiono mi memoria.¿Padeceré Alzheimer? ¿Un trauma ha borrado las huellas de la senda andada? ¿O, por el contrario, y en efecto, no tendré experiencias vitales en mi haber?. Tal vez no las valore y por ello las olvide. Tal vez debiera haber empezado este diario mucho antes para no llegar a este punto de no retorno. Y tal vez ya no merezca la pena iniciarlo. Al fin y al cabo, ¿que clase de diario es este, en el que no se narran más que divagaciones, reflexiones ni siquiera atadas a anécdotas o experiencias relacionadas con el cuerpo que controlo?
  ¿El cuerpo que controlo? Si yo aún no he nacido...permanezco en el vientre materno, de modo que apenas puedo moverme, solo pensar; por eso es absurdo preguntarse por un antes: porque ese antes no forma parte de mi. 


La gente tiende a despreciar la rutina y tomar el empleo como una cadena de esclavitud, pero lo cierto es que al menos ellos encaminan sus esfuerzos en una misma dirección, paso a paso, día a día. En cambio, cuando para uno no existe distinción entre lunes o miércoles, entre laboral y festivo... cuando sus recursos son atemporales y pierde toda noción de tiempo... entonces, así desorientado, desperdiga sus simientes en todas direcciones, y a pesar del esfuerzo, no alcanza cima alguna.
  La libertad es una cárcel, firmaría la Oulipo; somos "ratas que deben construir ellas mismas el laberinto del cual se proponen salir". Y ese laberinto, esa cárcel, es la autentica libertad, siendo esta no más que una cárcel. Porque no podemos dominar como Dioses la totalidad del universo infinito (del lenguaje), pero sí una restricción del mismo, un subespacio menor y manejable, una hilera de hormigas.
  Lo he decidido. Mañana nos volveremos a ver, Academo. No en vano, recuerdo que de la asfixia de tus exigencias brotaron algunos de mis más queridos lupinos


viernes, 2 de marzo de 2012

Falso seguimiento

Todos los caminos llevan a todos los sitos, luego es natural que se intersequen, que se entremezclen los tuyos con los míos. Sin embargo, no puedo evitar sentirme seguido o seguidor cuando esta situación se prolonga, cuando oigo ininterrumpidamente unos tacones al frente como si de un faro se tratase, indicándome mi objetivo mediante el oído cuando la noche increpa a la visita, si es que estos, por el contrario, no se clavan próximos a mi espalda.
   En ocasiones como esa, tras observar con cierta frustración que el ritmo de nuestros pasos es asombrosamente similar, si voy delante, al percibir que me es imposible dejarla atrás, desacelero hasta que desaparece en el horizonte, y si voy detrás, asumiendo que no puedo decelarar más sin hacer un ridículo descarado, rodeo raudo su figura antes que una súbita parada por parte suya nos haga colisionar.
  A veces me pregunto si ellos también se sentirán acosadores o acosados cuando estas situaciones se suceden. Dependiendo de la paciencia de cada uno, y, por ende, del tiempo que tarde en adoptar uno u otro ritmo en alternadas sucesiones, podrían darse comportamientos bien extraños. Tanto, que me obligarían a desviarme de mi ruta con tal de no tener que soportar esa embarazosa y tensa relación siniestra.

jueves, 1 de marzo de 2012

El metro es un extraño lugar, un no-lugar.

El metro es un lugar extraño, un no-lugar. Allí habita una misteriosa aura que cohíbe a todo aquel que la respira; una especie de ley implícita, pero por todos conocida. Los contrae como por ósmosis en sus asientos, y los lleva a arrinconarse compungidos en las paredes, como castigados. Sus pasajeros, así embriagados, evitan todo contacto, y apenas interrumpen el monótono canto de los vagones, su continuo movimiento y perpetuo gruñido.
  El metro es un lugar sombrío; no es un fin en sí mismo, no es un lugar para sí. Nadie le presta atención; ni a él, ni a lo que sus entrañas contienen. El desdén por el entorno desborda por doquier e inunda las almas de los cadáveres allí dispuestos, como escupidos por el mundo; esos organismos inertes han perdido momentáneamente su vida, que se evade y desaparece en otro mundo: los aíslan cascos de música mientras ocupan sus ojos y manos en libros, e-readers, tablets, mobiles... más gadgets de los que cualquier tienda corriente pueda ofrecer. Por contra, jamas he visto robar uno de ellos en esta suerte de refugio de cuerpos, a pesar de no asirlos muy convenientemente; supongo que ello requeriría demasiada energía, para un lugar desolado como el desierto.
  El metro no existe, esta vació: nadie lo ha visto jamas; estoy convencido, no hay otra posibilidad. La gente no habla ni para poder pasar; antes prefiere empujar. Y aunque el cubículo rebosa de humanos, no veo ni una pizca de aristotélica humanidad... es como un gueto, como la sombra de una sombra, como el espejismo de un sueño; un mundo anormal, una siesta en la jungla urbana, algo nada social. Aunque...¿quien sabe? Quizá haya un tácito pacto en su comunidad, y, en consecuencia, un violento silencio para los ajenos. Aún así... siento que floto en la zozobra de un mar irreal e inmenso, tan inmenso que solo puede ignorarme.
  Podría besar, lamer, chupar, sobar, morder o arrancar el dedo indice que se me muestra seductor sobre la barra en la cual se aferra uno de esos seres inertes, y nada ocurriría. Podría meter mi mano por debajo de una falda, o entre medio de unas nalgas descubiertas por unos pantalones caídos, o meterle una pistola entre ellas, o en su boca -y exigirle que la mamara-, o pegarle un tiro a cualquiera, o... podría hacer eso y mucho más sin perturbar la serenidad del ambiente, la imperturbable pasividad de un lugar más muerto que un cementerio, más ceremonioso que una catedral, o más ensimismado que una biblioteca.
  Sin embargo, pese a la manifiesta indefensión de esos pedazos de carne antropomorfa, nadie se rinde a los impulsos más primitivos del ser. Nadie me mantiene la mirada ni entabla conversación. Nadie seduce ni es seducido, en el metro, a pesar del a menudo estrecho contacto entre los cuerpos. Nadie...nadie. No hay nadie, allí. No hay un allí, en el que haber alguien. Y si los hay, impensable, son más áridos y ariscos que yo. Una versión mejorada de mi: más yo que yo mismo, cual hiperbólico reflejo imposible...
  Tal vez por ello no pude sonreirle ayer a aquella persona... aunque de todos modos, no ha vuelto a aparecer, si bien, afortunadamente, otra tez curiosamente familiar me ha salvado del tedio insoportable del aburrimiento, a pesar de bajar en la sexta parada. Me temo que también yo habré de comprar algo de todo ese arsenal suicida, puede que un libro electrónico. Porque "no hay amor, ni siquiera odio; todos los cuerpos están repletos hasta el hartazgo, las conciencias resignadas, no hay más que una inmensa satisfacción de inertes".


miércoles, 29 de febrero de 2012

Cuando quiero reír, no rió... y a veces río sin querer

¿Es posible que deba estudiar arte dramático -o escénico- para que mi expresión sea coherente con mis sentimientos? ¿Que necesite hacer uso, pregunto, del arte consagrado por antonomasia a la hipocresía, para ser sincero? Esta ironía me ha aquejado toda la mañana....
  Me ha afligido, digo, porque la falta de costumbre me ha llevado a salir de casa sin mayores prestaciones que mis ropajes, de modo que no he podido apuntarla hasta ahora, momento a partir del cual, al fin, ha parado de repicar en mi cabeza como una constante y regular gota de agua, en inhumana tortura. De ahí la brusquedad al iniciar esta entrada, diario mio. Pero no te preocupes por mi: de hoy en adelante, cargare siempre con una pequeña libreta para evitar tales infortunios.
  "¿Y que ha motivado este pensamiento en mi amo?", me interrogaras, diario -¿o debería decir Diario?-. Pero...¡Oh, tranquilo!, no te echo en cara tu falta de indiscreción; ¿como podría sentirme acosado por mi mismo?... aún no estoy tan loco como para que me apenen los problemas de Alfau. Aunque el hecho de formar parte de mi seno, o ser hijo del mismo, no significa que no debamos guardar un mínimo de decoro, para evitarlos. Después de todo... ¿que seria del Estado, si sus hijos, los ciudadanos, no lo respetaran? ¡Hasta los mundos más fantásticos e irreales mantienen una firme existencia en tanto que constituyen a sus creadores, construyéndolos así mismo en un retroalimentado circuito! Las partes definen el todo, y el todo define a las partes; todo y partes son uno.
  Oh, disculpa. No pretendía soslayar tu pregunta. Pero... ¿como explicarle a un texto, sea cual fuere su formato, lo que yo vi? ¿Decirle que imagine el mejor de los contrastes, el que mejor lectura permita? ¿Que se figure un blanco cegador, pura luz intangible, como piel de ese cuerpo... ese cuerpo cubierto por un lodoso negro que muestra nitidamente en sus grumos los giros de sus letras y sus entrañas? No... No fue eso lo que vi...
  Mas no importa. Basta saber que quise reír... y no pude. Mi estéril rostro permaneció impasible y agrio hasta tal punto que no tuve más remedio que apartar la mirada para no resultar furtivo e intimidatorio, para no mentir en mis intenciones, para que no creyese que no me gustaba su presencia. ¡Que falsía esa seria! Bien sé que bajo en la cuarta parada; no he necesitado anotarlo en primer termino para no olvidarlo. ¡Tal es la fijación con la que me ha impregnado!


Post scrimptum
Cuando ayer mi psicólogo me recomendó iniciar un diario, tuve mis dudas. Ayer fue fácil, porque sus ocasionales visitas son siempre excepcionales, y a menudo me había planteado hacer un registro de las mismas, pero...¿que otras actividades hay en mi vida tan genuinas como su carismático parloteo? Esto me atormento más que la propia y crepitante tormenta, manteniendome en vela buena parte de la noche, quizá, también es verdad, porque no estuviese acostumbrado a acostarme tan temprano -con la intención, por supuesto, jamas antes concebible, de madrugar-.
  Dado el carácter literario de algunos de mis pasatiempos, podía argumentarse que nada seria más fácil; efectivamente, así me lo hizo notar mi psicólogo. Sin embargo, hay un abismo importante entre narrar libremente lo que a la mente en ese momento le place, y tener que restringirse al plano de la realidad. Seguramente por ello me sugirió que te pariese, Diario: para incitarme a vivir más allá de mis lecturas y escritos, aunque solo fuese para crearte, para crearte con la dignidad propia de un escritor.
  Exacto. Es cierto. Siento decírtelo, pero es cierto. Tu nacimiento no es más que una excusa para que pueda celebrarse mi renacimiento: "The cake is a lie". Sí, él sabia perfectamente que yo no permitiría... que yo no firmaría como propio, ni tan siquiera esbozaría, un texto igual así mismo, idéntico en todas sus partes, mil veces autoreplicado como mis días.  Una obra tan insulsa y redundante, pues hablaría así mismo del resto de los textos que ocupaban mis horas, jamas podría nacer de mis manos sin ser por mi odiada y destruida posteriormente.
  Pero compruebo ahora que era una duda infundada, puesto que una pequeña anécdota me basta para desencadenar un efecto domino que acude hasta los más hondos recovecos de mi alma, explicitando lo que de otro modo hubiese quedado ignorado en la sombra y ayudándome así a conocerme. Y aunque seguramente no me hubiese inquietado tanto no poder escribir aquella ironía inicial si no fuera porque andaba ansioso por encontrar algo que poder añadir en tus filas, Diario; y aunque quizá esta inquietud me habrá vendado los ojos a otras experiencias, lo agradezco. Me has aliviado, aún siendo una herida autoinflingida. Pues...¿acaso no merece la pena herirse con tal de sentir luego el placer de la curación? Y en ese caso...¿que experiencia habría más sublime que salvarse de una muerte inminente?

martes, 28 de febrero de 2012

Visita medica


Hoy mi psicólogo me ha dicho que necesito poner estabilidad en mi vida. Para él, esto significa labrarse una rutina. Madrugar, ducharse, desayunar, tomar el metro,... las cosas que la mayoría de gente, aseguró, hace. A mi me sorprendió bastante. Entre otras cosas, porque no parecía importarle la causa que motivara esas acciones mientras estuviera dentro de unos limites.
  -¿Que limites?-pregunte yo
  -Era una manera de hablar, pero... básicamente los que la sociedad, y a menudo la dignidad, imponen.-Como vio que no lo entendía, ya que mantenía expectante mi rostro , tras carraspear, aclaró-  Lo que quiero decir es que no te adentres en los pantanosos círculos marginales.-Se produjo un nuevo silencio. Cuando comprendió que seguía sin entender, continuo- Buscas estabilidad, ¿no? Si abrieras la ventana del estudio, el viento haría volar las hojas sueltas de mi escritorio, pero no los paquetes de 500 hojas.
  -¿Como en la fabula del granjero y sus hijos, en la que se muestra lo difícil que es romper un haz de palos a pesar de lo sencillo que resulta hacerlo por separado?
  -Exacto. La multitud es sinónimo de consistencia, así que fundete en ella.  
  -Pero... yo no soy sociólogo. Desconozco los hábitos de la bestia gregaria.
  -Oh, tranquilo; no es necesario. Simplemente debes procurarte una actividad que te obligue a entrar en contacto con otros individuos de la camada. Luego, déjate llevar.-Ante mi indecisión, decidió aconsejarme- Si es necesario, si te sientes cohibido en ese nuevo entorno, al principio, puedes imitar sus protocolos. Empero, procura no resultar histrionico.
  -Entiendo... Sin embargo, no se me ocurre ninguna actividad como la que describe...
  -Podrías buscar un empleo o retomar tus estudios. Es de las primeras cosas en preguntarse en una cita minimamente formal, ¿no?

Es irónico que lo llame "mi" psicólogo. Dicho así, parece que el rol dominante me pertenezca, que sea yo quien tiene  la potestad sobre su voluntad, cuando es más bien al contrario: el controla la situación, la conversación y  la existencia que presumo sostener; por su puesto, y por ende, también mi cuenta bancaria.
  En verdad, no entiendo la gente que teme la falta de privacidad de la era digital, o la manipulación del vulgo por parte de los medios. Los rebaños siempre han sido fáciles de llevar. Es más, fuera del calor del tumulto, la oveja muere irremediablemente. Sin embargo, los psicólogos, los cirujanos del alma... si el Estado se apropiara de su Institución... el perfecto adoctrinamiento.
  Mi psicólogo...Es curioso. Me produce una cierta sensación de nostalgia, esta idea: lo mismo me sucedía con mis otros "mi": mi padre, mi profesor, mi medico, mi... A veces me pregunto si realmente soy el propietario de algo, algo más allá de las cadenas que me suponen estos "mi". ¿ Sentirá lo mismo mi padre, a propósito de su hijo; mi profesor, respecto de su alumno; mi medico, en tanto que yo su paciente? Si fuese un sentimiento reciproco...¡cuan terrible sentimiento seria!
  Mi...Cualquier paranoico deduciría que se trata, en una sociedad obstinada en el "yo tengo", de un uso retorico del lenguaje destinado a sedar cualquier impulso de rechazo social. Tanto es así, que, ciertamente, ni a los enemigos se les odia, sino que se les necesita. Al fin y al cabo, ¿como odiar algo propio?  El odio hacia uno mismo es autodestructivo y, en consecuencia, opuesto al, quizá, más básico instinto: el de supervivencia.
  La posesión -oh, sin duda, una falsa y solo aparente posesión- como una forma de posesión. ¿Que mejor manera, entonces, de poseer, que incitando a obtener esa primera y falsa posesión? Porque sí, "los sujetos están sujetados"